domingo, 24 de abril de 2022

La conversación como orilla y como sangre de estero

 

 Acerca de No es un río de Selva Almada 

Tiene que ver con el silencio y la exuberancia de los crecidos en el lugar. La voz de Selva, cómo modula; con ese color de las conversadoras: un tono fresco, de viento en barranco; un timbre escama: transparente y ese decir vertiginoso -de agua que no se puede atajar con las manos- armando imágenes a perdigones. Quien dice desde No es un río es una conversadora del litoral. La gente conversadora de por acá vive el silencio como una sequía, una enfermedad: cuando no hablás o están con vos y ellos te hablan y vos casi no respondés o usás respuestas cortas creen que estás enfermo. A los enfermos no les hablan porque se los prepara para el silencio, pero a los vivos y sanos les dan charlas largas; se les llena el cuerpo de palabras e información sobre el lugar, siempre como pasando la fórmula de una cura en secreto. Mi vieja, por ejemplo, no se calla nunca. “Volviste” me dice; “volvió mi Chanky”, cuando estuve menos de media hora con ella, pero callado. La voz les revienta en verde como un monte…; hay humedad en lo que dicen, en la forma que largan las palabras, se te mete por la piel, te da más calor o más frío. Son voces extremas, irreproducibles, con piel y pulso propio. Tienen instinto de metáfora; viven la imagen como acontecimiento; en la sugestión encauzan todo y hasta en la violencia hallan calma de orilla. Lo limpio del tratamiento en el decir hace pensar en esos gestos de faena donde el animal que muere pareciera que ni sufre.

Una vez una mujer que apenas conocí hablaba tan rápido y hermoso que no podía anotar todo lo que decía; no le alcanzaba. No tenía grabadora, pero cada palabra que anoté después se hizo chispa y encendió en mi oído el fuego de su conversación. Toda su voz era punta de ovillo; detrás el ovillo se desenvolvía completo. Es que vital e intensa es una conversadora como si midiera el recorrido de toda su sangre por cada oración.

Hay voces con magia; modulaciones que tienen el ulular de las hojas, el ruido de las ramitas, el crepitar del fuego, el peso del sonido dentro de la noche. Voces que son como el aire consumiéndose dentro de un fuego que habla. Un olor a hollín en las palabras; la respiración del lugar hecho lenguaje.

Oírla a Selva te da como un payé en el oído. Te pone verde y exuberante. Como las conversadoras te lleva a sentir el lenguaje como una nutria guacha; de ésas que te hacen desastre en la casa porque están enamoradas a la par del barro y de tu cama. Su voz tiene la profundidad y el susto que da el monte y esa sensación de que te habla al oído y solo a vos. Es que la voz del lugar y las palabras de un lugar tienen el mismo cuerpo; algo que no pasa en las ciudades. Pueden leer No es un río en cualquier parte del mundo y el cuerpo de la voz va a ser como el de una conversadora del litoral, siempre, aunque no hayan visto una conversadora de por acá nunca, aunque no sepan cómo son.

Voz payé. Decir de póra. Resplandece como esa imagen de las tapitas de coca y cervezas que se entierran en el suelo y brillan porque ella las nombra y nos hace ver hacia ahí. Es sincrético el trazo de Selva. Trae a la memoria las mesitas de los santos que antes había en todas las casas de por acá. En esos altares siempre encontrarás un chiche, un santo, un recuerdo, una cinta, una estampita… algo nuevo. No es un río es así: está lleno, pero no alcanzamos a ver todo lo que hay de una vez, aunque esté junto y sobre la misma mesa. Sincrético es luminoso; de tan lleno encandila; brilla como la magia. No se la puede abarcar entera.

No es un río es como un rompecabezas de estero: todo el pirizal y el camalotal parecen lo mismo y que van en el mismo lugar, pero no se puede ubicar dónde porque la unión de las piezas en una posición donde encajan terminan dando otra imagen aparte de la final. ¿Cuál es la imagen final si la conversación es orilla? ¿Cómo distinguir una hoja de camalote de una hoja de camalote? Uno se pierde, pero camina tranquilo, como quien sabe avanzar sobre el embalsado, siempre un poco hundido, sin susto; el estero negro asomando desde abajo como sangre a presión, cubriendo los pies a cada paso.

En No es un río van a escuchar cómo se oye el mundo caminando sobre el embalsado.

 

 #RecomiendounLibro

 No es un ríoSelva Almada; LITERATURA RANDO HOUSE; 2021

 

 

 

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